sábado, 18 de septiembre de 2010

Con lo que eso duele!

Te miro. Me enfrento a aquellos pequeños detalles que no había descifrado jamas. Intento descubrir los por qué y por un momento olvido que solo se encuentran en el corazón. Te miro. Me traiciona la descencia y comienzo a temblar. Me sonrojo, no lo puedo evitar. Quiero abrir la boca, gritar unas cuantas palabras, decirte todo lo que necesito decirte, pero me callo. Te miro. Me envuelve el calor de nuestros cuerpos tan cercanos, y sin embargo no dejo de sentir aquella brisa que por abril nos separó. Te miro, quiero irme, pero igual te miro. Te miro sabiendo que es la última vez; teniendo en cuenta lo mucho que voy a extrañar aquellos ojos negros cuya mejor forma de describirlos es refiriendose a su profundidad. Te miro sin hacerme a la idea de que te vas, y sabiendo que hace rato espero este día. Te miro, y es curioso, ya no me importa el ayer. Pero recuerdo aquel frío, aquel inmenso frío que me envolvió tanto tiempo y dejo que por un momento, olvide como se siente respirar. Te miro, y no me duele. Te miro pero necesito irme, necesito alejarme; pero no me duele. Te miro, pero aunque quiera quedarme no debo. Porque como dice Joaquin: la mejor distancia es la mayor. Te miro, pero debo ya largarme, debo irme lejos; aunque sea por un tiempo. Te miro...con lo que eso duele! Pero yo, te miro.

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